domingo, 23 de agosto de 2009

Canto

Deja que los muertos lloren a sus muertos,
que los entierren y los arropen,
que les den su llanto con flores,
que imploren sobre la tierra suelta del olvido.

Aléjate de sus fúnebres manos,
no mires sus vidriosos ojos,
cuídate de sus horribles recuerdos,
por que ellos nublan la razón con sus rezos.

Apártate para siempre de los baldíos
que extienden sus cadavéricos brazos;
niégales la luz de tu mirada
que fertilizará la tierra del perdón.

Olvidemos a los mal muertos.
Dejemos que el vacío los consuma con sus actos,
que el karma se les retorne
para nuestro camino iluminar con su luz.

Dejemos para siempre las heridas inexistentes
que aquellos que son materia inerte nos provocan.
Derribemos las murallas internas del dolor
alcemos una ciudad con monumentos a nuestro presente.

Alejemos nuestros dones de su tierra infértil
y celebremos mientras podamos.
Por que algún día estaremos entre ellos mientras el otro viva del recuerdo
y volveremos a la vida cuando otro nos traiga del abismo.

Por que nuestra carne y huesos son polvo holográfico
Existimos para quienes nos rodean,
Morimos para los que alejamos o se alejan.

Célula

Hace cuatro meses vió la luz....


He estado mucho tiempo estático
Parado sobre una piedra en un páramo seco
Podía oír pero no observaba,
Podía oler, pero no sentía,
Estaba vivo, pero no caminaba.

He sido un monumento de piedra y carne,
Indiferencia coronando como laureles mi sien
Soportando el doloroso viento del este en mi rostro pálido
Sintiéndome solo e incompleto en el páramo.

Pasaba la noche y el día sin diferencia, estático
Todo era igual.
Y ahí estaba de puntas sobre una roca negra de amargura.

Hasta que llegó tú brisa fresca de manantial milagroso
Tus lábios serenos de hojas frescas y puras
Tus ojos de cerezales en flor.
Me observaste y me rodeaste con tu escencia
Acariciaste mi piel de mármol viejo con tus frías manos,
Y esperaste hasta el último momento para despertarme.

Una caricia basto para que mi ciudad cayera a tus pies.

Y ahí has estado, viento suave, al rededor de mí.

Curaste mis heridas
Me alimentaste con incienso miel y agua,
restauraste mis ilusiones,
me mantuviste a salvo entre tus brazos,
renovaste mis pies con pasos nuevos y nunca dados,
intentaste recuperar mis ojos, pero no pudiste
y ahora camino contigo guiado por tu vos
mi guía, mi luz.